"Maldito Wolf, con las gilipolleces al final no me compra la tabla", pensaba mientras hablaba con su hermano, Al, por Tuenti. Me giré al oír que unas pequeñas gotas empezaban a golpear la ventana de mi habitación. "Joder, qué bien, ahora se pone a llover", esta vez no lo pensé, lo dije casi gritando, mientras me acercaba a la ventana. Hoy era el día en que por fin podía estrenar con mis amigos mi tabla nueva, ya que Wolf, según me había dicho Al, había salido a por ella. Le pegué una patada al baúl que había delante de aquella ventana, haciéndome polvo los dedos del pie izquierdo. Dejé escapar un pequeño grito, y oí pasos por las escaleras; seguro que era mi madre.
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