Y allí estaba yo, corriendo sin saber a donde iba, a donde me dirigía, por un callejón angosto y oscuro con apenas un ápice de luz a lo lejos. Se escuchaba apenas con claridad, el maullido de un gato y el ulular de un búho. En un abrir y cerrar de ojos todo se quedo en penumbra y poco a poco esa tenue luz desapareció y entonces, desperté, sudando, jadeando, y con el corazón en un puño.
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