Los latidos de mi corazón retumban contra mis costillas produciendo un sonido hueco que abarrota mis oídos. Los nervios están comenzando a aparecer pero les obligo a esconderse tras una capa de confianza muy fina pero que resiste cada ataque contra ella.
Avanzo con una seguridad fingida por los verdosos pasillos de mi “prisión” personal, de este infierno con salida pero que ahora mismo me es imposible traspasar.
Multitud de ojos sedientos me observan en la lejanía. Son miradas hambrientas de carne nueva, pero yo no voy a ser su próxima fuente de alimento.
Tras varios minutos vagando, una puerta de madera con la cerradura rota y una capa de pintura desgastada aparece frente a mí. Permanece semi-cerrada y de ella se escapan sonidos que segundos más tarde identifico como voces.
Inspiro profundamente antes de colocar una mano sobre la puerta. La empujo suavemente y una sala que desprende un desagradable olor y una sensación de encierro asfixiante aparece ante mis ojos.
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